Según los datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el 60% de las PYMES españolas no superan los cinco años desde su fundación. Muchas microempresas irrumpen en el mercado sin una planificación previa y son devoradas por el monstruoso tejido empresarial.
Por eso, la buena gestión estratégica de una organización marca una diferencia fundamental frente a los competidores y asienta las bases para garantizar la supervivencia de las empresas.
¿En qué consiste la estrategia de una empresa? Frente a un mercado en cambio constante, la improvisación es el gran enemigo de las compañías. Trazar una hoja de ruta permite asignar los recursos de forma eficiente pero, sobre todo, en fases iniciales, sirve de punto de referencia para medir el éxito o el fracaso futuro de la compañía.
La estrategia corporativa revela el tipo de negocio y las aspiraciones de una compañía, definiendo los elementos que van a intervenir en la persecución de estas metas y considerando el modo y los plazos estimados para la consecución de las mismas. Para conseguirlo, el planteamiento de los dirigentes de una empresa parte de una necesidad: obtener beneficios. Por eso, es imprescindible tratar de prever los movimientos del mercado y anticiparse a la competencia, en la medida de lo posible, o al menos tener la capacidad de reaccionar a tiempo.
¿Qué beneficios aporta una buena estrategia?
Sobre todo, la planificación estratégica permite descubrir oportunidades de negocio, ventajas competitivas que impulsen el éxito empresarial y que sean sostenibles en el tiempo para asegurar el presente y el futuro de una compañía.
Por otro lado, tener un vasto conocimiento sobre las particularidades del mercado puede permitir a los dirigentes de una empresa controlar los riesgos propios de su ámbito de negocio y, además, reaccionar de forma eficiente ante las posibles crisis que se puedan presentar.
Un negocio, más allá de lo meramente económico, es un conjunto de interrelaciones en un mercado en constante cambio. Por este motivo, el conocimiento del entorno empresarial, el estudio de nuevas oportunidades y el interés por la incorporación de nuevas tecnologías al sector deben estar presentes en cualquier plan de acción de una compañía.
De nada sirve trazar una estrategia si los dirigentes no tienen en consideración la rentabilidad del negocio ni las vías de financiación que permitirán que la empresa se mantenga a flote, especialmente durante sus primeros años. No obstante, el 56% de las PYMES, según el IV Informe de Financiación de la Pyme en España, se encuentra con la negación del crédito que solicitan por muchas entidades al incumplir las garantías necesarias.
La estrategia empresarial, por tanto, es el punto de unión entre la planificación y la ejecución, puesto que de nada sirve si no se pone empeño en transmitirla a cada uno de los integrantes de la compañía para ponerla en marcha.
El futuro de cualquier empresa dependerá del seguimiento que se realice de la estrategia, de su constante actualización y de la implicación del capital humano de las organizaciones en su implementación.
Texto publicado por Jorge Molinero, Consejero Delegado de Selier Abogados, en el portal Autónomos & Emprendedores.
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